2º Reyes 4:1 Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. 2 Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. 3 El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. 4 Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. 5 Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. 6 Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. 7 Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.
¿Para que sirve una vasija? La vasija se conoce desde tiempos antiguos. Todas las culturas tenían su modo peculiar en la manufacturación y estilo de sus vasijas. Son de las piezas de arqueología más abundantes a lo largo del planeta. Su uso principal era para almacenar cosas: granos, aceite, vino, agua, harina... etc.
La Palabra de Dios habla de ellas. Como ejemplo, en las bodas de Caná de Galilea, Jesús les ordena a los que estaban en la fiesta que llenaran unas vasijas o cántaros con agua, la cual El convertiría posteriormente en vino.
Pero ¿y eso a mi que me puede importar? De mucho. Comparemonos ahora como una vasija. Tu y yo somos templo y morada del Espíritu Santo. Va con nosotros El Ser más grande e importante de todo el Universo. Somos recipientes y portadores de la Gloria de Dios, y debemos compartirla con los demás. Somos los portadores del Agua de Vida y debemos compartirla con el sediento por el pecado y la muerte.
Pero, ¿qué podemos almacenar en una vasija rajada? Creo que nada. Lo que metamos en ella se espercirá y desperdiciará, pues no puede ser retenido por la vasija. Hoy en día, habemos muchos "cristianos" que somos vasijas rotas. NO podemos retener la Palabra en nuestros corazones; no podemos guardar la bendición de Dios y la presencia de Dios la despilfarramos en cuanquier cosa.
No digamos la unción, la cual en la Palabra muchas veces se representa por medio del aceite. Si estamos "rotos" del corazón y del alma, no podemos almacenar la bendición de Dios, el poder se esfuma, se pierde esa gracia y sin aceite nuestra lámpara no puede encender, nuestra vida no tiene razón de ser.
Si no podemos retener agua, o sea, buenas nuevas de salvación, ¿cómo podremos dar una palabra de esperanza y salvación al sediento, que vaga en el desierto del pecado?
Somos vasijas, portadores del mensaje de vida. Pero si estamos rajados del alma, o sea, dañados del corazón, ¿cómo podremos nosotros compartir el amor y la vida de Dios si nosotros estamos secos por dentro?
¿Cómo se raja una vasija? Por medio de golpes y caídas. El corazón se daña por amarguras, pecado, dureza, incredulidad, inmoralidad... si nuestro corazón esta quebrado, hoy debemos y podemos restaurarlo, ¿cómo? viniendo ante el Cristo de Galilea, aquel reparador por excelencia.
El puede y quiere que seamos renovados, transformados y que de ahora en adelante seamos portadores de la Gracia y Amor de Dios, para compartir con los demás el poder y las buenas nuevas de Salvación en Cristo Jesús.
Pero ¿y eso a mi que me puede importar? De mucho. Comparemonos ahora como una vasija. Tu y yo somos templo y morada del Espíritu Santo. Va con nosotros El Ser más grande e importante de todo el Universo. Somos recipientes y portadores de la Gloria de Dios, y debemos compartirla con los demás. Somos los portadores del Agua de Vida y debemos compartirla con el sediento por el pecado y la muerte.
Pero, ¿qué podemos almacenar en una vasija rajada? Creo que nada. Lo que metamos en ella se espercirá y desperdiciará, pues no puede ser retenido por la vasija. Hoy en día, habemos muchos "cristianos" que somos vasijas rotas. NO podemos retener la Palabra en nuestros corazones; no podemos guardar la bendición de Dios y la presencia de Dios la despilfarramos en cuanquier cosa.
No digamos la unción, la cual en la Palabra muchas veces se representa por medio del aceite. Si estamos "rotos" del corazón y del alma, no podemos almacenar la bendición de Dios, el poder se esfuma, se pierde esa gracia y sin aceite nuestra lámpara no puede encender, nuestra vida no tiene razón de ser.
Si no podemos retener agua, o sea, buenas nuevas de salvación, ¿cómo podremos dar una palabra de esperanza y salvación al sediento, que vaga en el desierto del pecado?
Somos vasijas, portadores del mensaje de vida. Pero si estamos rajados del alma, o sea, dañados del corazón, ¿cómo podremos nosotros compartir el amor y la vida de Dios si nosotros estamos secos por dentro?
¿Cómo se raja una vasija? Por medio de golpes y caídas. El corazón se daña por amarguras, pecado, dureza, incredulidad, inmoralidad... si nuestro corazón esta quebrado, hoy debemos y podemos restaurarlo, ¿cómo? viniendo ante el Cristo de Galilea, aquel reparador por excelencia.
El puede y quiere que seamos renovados, transformados y que de ahora en adelante seamos portadores de la Gracia y Amor de Dios, para compartir con los demás el poder y las buenas nuevas de Salvación en Cristo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario