“Saúl es hecho rey sobre todo Israel; y durante su reinado el desobedece a Jehová, por lo cual es desechado. Más antes de ser del todo quitado del reinado, un espíritu malo de parte de Jehová fue enviado a Saúl y lo atormentaba. Los criados, al ver la condición de su señor, le aconsejaron que buscase a alguno que tocase bien el arpa para que su tormento fuese desapareciendo.
Saúl envía en busca a aquel que tocare el arpa y los criados le llevaron a David (futuro rey de Israel). Este al momento que tocaba el arpa, el espíritu malo salía y Saúl tenía paz”.
¿Cuántas veces no nos sucede lo mismo que a Saúl? Si lo vemos desde nuestras propias vidas, muchas veces como Saúl, vamos en el Evangelio, un camino de salvación y de bendición, pero nos desesperamos y cometemos errores (pecados) que a Dios le desagradan; como dice la Palabra: “La Paga del Pecado es Muerte” (Rom. 6:23). Quizás no morimos en el instante; puede que en el momento de cometer el acto ilícito no nos caiga un rayo, pero se nota que nuestra vida se va deteriorando en nuestro hablar, actuar, pensar, etc. El pensamiento de culpa no nos deja vivir tranquilos al saber que hemos fallado a Dios y que nuestra vida espiritual se encuentra en peligro de apagarse. Pero como Dios es Bueno y Misericordioso siempre pone algo o alguien que nos vuelva al sendero de victoria.
Los criados de Saúl, al ver como se encontraba su rey, hicieron que buscase a alguien que tocare para él el arpa. Los criados con el consentimiento de Saúl fueron y trajeron a David. El muchacho tocaba su instrumento y el mal del rey se iba.
Tipificándolo a nuestras vidas, David es un prototipo de Cristo: al tocar el arpa, David echaba al espíritu malo que atormentaba a Saúl; así Cristo, no con un arpa o instrumento, sino con su sangre, en la cruz el toco la “más hermosa melodía”, es decir, pago por nuestras culpas en la cruz y nos redimió del pecado.
Cuando fallamos nosotros no podemos vivir con esa carga, de una u otra forma la tenemos que despojar de nuestros cuerpos; en Jesús hay una nueva oportunidad para recomenzar el camino trazado por el Mismo Dios. No podemos (como muchos) estar ministrando desde los pulpitos en adulterio; no podemos hablar de Cristo y de su obra redentora y perdonadora si todavía estamos encadenados a nuestros deleites. Por lo tanto, debemos buscar a Aquel que toque el arpa para nosotros, es decir, Aquel que su vida dio en la cruz por nosotros.
David estaba lleno del Espíritu de Jehová, así Jesús estaba revestido del Espíritu Santo. Si David siendo humano, tenía ese don o privilegio que de con su adoración echaba fuera los demonios que en Saúl ya tenían un hogar, cuanto más nuestro Señor Jesucristo, con su amor y con su sangre nos redimió de las marcas del pecado y ha limpiado nuestras ropas llenas de inmundicia y de inmoralidad del mundo.
Para concluir, cuando fallamos como Saúl, no importa de donde hayamos caído, busquemos rápidamente a Aquel que toque el arpa para nosotros, no esperemos caer en el hoyo si aún estamos con la oportunidad de salvarnos. Si reconocemos que solo Jesús puede levantarnos del suelo y limpiarnos de la suciedad en la que nos encontremos, en El seremos prontamente restituidos con un corazón dispuesto incluso a morir por su obra. Amén.
Dios te Bendiga ...
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sigue Adelante com esa Vision....