Este escrito es para aquellas personas que están pasando por esa bella experiencia de un romance, que están en búsqueda de una persona especial para compartir la vida o para quienes ya la encontraron y que viven ese sueño tan lindo del matrimonio.
Se ha venido hablando desde hace mucho que el matrimonio es comparado con la relación que Jesús quiere tener con la Iglesia. En esta ocasión nos dirigiremos hacia esa relación de pareja, será lo que brevemente se tocará en este escrito.
Esta etapa es preciosa, vivir enamorado(a) de una persona a la que consideras especial, única, bella, atractiva, inteligente, en fin, pon tu lo demás. No es malo ni es pecado enamorarse, más cuando lo hacemos en la Voluntad de Dios.
Quiero hablarle específicamente a los matrimonios que hoy están pasando por el fuego, aquellos que un día se juraron amor eterno, fidelidad y compromiso pero que ahora se han olvidado de ello.
Te invito a que reflexiones en la persona que está a tu lado, aquel ser que decicidó voluntariamente compartir el resto de su vida contigo. ¿No crees que eso vale mucho? Mira por un momento sus ojos y recuerda los bellos momentos que han compartido juntos. Esos momentos de compañia y cariño que han experimentado.
Recuerda los detalles, las pequeñas cosas, los regalos, las cartas, los mensajes, TODO lo que la otra persona ha hecho por y para ti.
Deseo que reflexiones en esta hora, que valores lo que tienes a tu lado. Esa persona que está contigo lo estará hasta que la muerte los separe. Si Dios los unió no deben separarse así por así, al vida no es fácil y hay que enfrentar retos. ¡Qué horrible es enfrentarnos a la vida SOLOS! Pero con Dios y con la pareja las cosas son más sencillas.
Valora lo que tienes. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Medítalo
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